7 de agosto de 2010

LU 32 RADIO OLAVARRIA EN PALERMO: EL ULTIMO DIA

En el cierre de la Exposición, El Presidente Hugo Biolcati leyó el decálogo para las generaciones venideras que fueron introducidas en una urna para ser descubierta en el Tricentenario. Fue depositada en la plaza del Bicentenario

Mensaje de la Sociedad Rural Argentina a la generación del Tercer Milenio


MENSAJE A LA GENERACIÓN DEL TERCER CENTENARIO


Los hombres y mujeres de nuestro Campo, integrantes de la Sociedad Rural Argentina, nos dirigimos a ustedes en el lenguaje sencillo y directo que practicamos en nuestra vida cotidiana. Queremos expresarles los sentimientos y expectativas que se agolpan en nosotros en este año de 2010, segundo aniversario del nacimiento de nuestra patria. Lo hacemos deseosos de que nuestros sueños encuentren eco en los de ustedes, así como en nosotros lo han encontrado los sueños de quienes nos precedieron.
Hoy somos cada vez más los que pensamos que el Planeta no debe ser un objeto de dominio sino un bien admirado y cuidado. La Tierra nos ha sido dada como una ofrenda y no como materia de despótica posesión. La hemos recibido para ennoblecernos ennobleciéndola, generación tras generación, en una secuencia tan misteriosa y constante como lo es el milagro de la vida a lo largo del tiempo.
En el mundo se han consumido millones de hectáreas de bosques, pero también se han forestado millones de hectáreas nuevas. En nuestro país hemos transformado la inmensa pradera pampeana en un escenario donde cada campo, cada chacra, cada sitio, cuenta con el abrigo y el reparo de la sombra, generando pulmones de oxigenación hasta ayer impensados; al mismo tiempo la hemos transformado en un espacio donde se producen alimentos para mas de trescientos millones de personas. Esos alimentos en el futuro podrán multiplicarse y satisfacer las necesidades de muchas más.
Somos nosotros, los hombres, quienes en una carrera alocada hemos convertido a las grandes ciudades en conglomerados agónicos. Pero también somos nosotros, los hombres, quienes hemos duplicado, cuadruplicado y quintuplicado la producción de alimentos y hemos entendido como impostergable la necesidad de mejorar la calidad material y cultural de los escenarios que habitamos.
Somos nosotros, los hombres, quienes asumimos hoy, con responsabilidad inaplazable, la necesidad de trabajar para desandar el camino de lo mal andado, valiéndonos para ello de sistemas de labranza, de distintos esquemas de producción y de buenas prácticas orientadas hacia el creciente cuidado del medioambiente con la mirada centrada en quienes habitan en la Tierra. Somos nosotros, los hombres, quienes tratamos de reparar en las grandes urbes, con no menor esfuerzo, todo aquello que reclama convivencia armónica y costumbres sanas.
Estamos seguros de que ustedes, hombres y mujeres del año 2110, al igual que nosotros ahora, sabrán celebrar nuestra condición de hacedores con la que el Creador nos dignificó desde el comienzo de los tiempos.
Estamos seguros, asimismo, de que sabrán preservar y desplegar la conciencia de que el ser humano es capaz de plasmar en hechos y en forma constante el pasaje venturoso de lo imaginario a lo real, en un tránsito incesante del presente hacia el futuro.
Y seguros, además, de que ustedes procederán, en todo lo que emprendan, con la comprensión cabal de lo que implica el hecho de que el hombre no tenga ante si otras fronteras para emprender la aventura del conocimiento, que aquéllas que le imponen sus propias facultades éticas.
Nuestro legado a ustedes no es, pues, lo que hemos recibido sino lo que hemos hecho con lo recibido.Hemos transformado.Hemos crecido.Hemos progresado.Nos hemos equivocado y hemos vuelto a empezar.
Hemos concebido la Patria como una tarea tal como lo manifiesta nuestro lema: “Cultivar el suelo es servir a la Patria”.
Y como tarea la entregamos al porvenir.
Siempre es posible convivir un poco mejor. Siempre es necesario afianzar aún más la justicia social. Siempre es indispensable aprender lo que aún no sabemos y saber mejor lo que ya hemos aprendido.
Así lo entendieron nuestros mayores.
Así aspiramos a que lo entiendan ustedes, que son quienes nos han sucedido.
Porque esta aspiración es nuestra esperanza mayor les hacemos llegar, desde este presente que para ustedes será un pasado, el decálogo que sigue, persuadidos de que sabrán recibirlo con el corazón y la lucidez que distinguieron y distinguirán siempre a los hombres de bien.


DECÁLOGO DE LA ESPERANZA
I
. Anhelamos que se pueda seguir cumpliendo con el imperativo técnico de producir más y mejores alimentos; pero también con el imperativo ético que debe ser rasgo distintivo de nuestra especie, que es el de repartir y repartir cada vez mejor lo que se produzca.
II. Aspiramos a que en los días en que a ustedes les toque protagonizar la vida, se haya logrado proteger en forma efectiva y perdurable el medio ambiente, asegurando una adecuada protección de la biodiversidad, destinando esfuerzos y recursos suficientes para preservar los ecosistemas.
III.
Soñamos con que el mundo haya concretado, hacia el año 2110, no sólo la calidad de los recursos naturales que todos necesitan sino también la calidad de los bienes morales que infunden sentido trascendente a nuestra experiencia cotidiana
IV. Esperamos que el hombre transite, para ese entonces, los caminos de la utilización certera y mesurada de los recursos del mar y de la tierra, manteniendo a la vez un equilibrio sustentable que dignifique la existencia de todo lo viviente.
V. Estamos persuadidos de que, al igual que nosotros, lucharán ustedes sin cansancio para que perdure el irrestricto derecho a la pluralidad de culturas y opiniones en un marco de comprensión, interés y respeto recíproco.
VI. Estamos persuadidos, asimismo, de que sabrán concebir la palabra -ese bien supremo que singulariza a nuestra especie- como una facultad suprema del entendimiento y la lucidez, que deben ser ejercidos con rigor y honestidad. Estamos convencidos, de igual modo, de que ustedes procederán con infatigable dedicación para lograr que la democracia republicana distinga cada vez más nuestra vida comunitaria como nación y promueva la integración entre los Estados.
VII. La educación está en el centro de nuestros desvelos. Es un derecho, una oportunidad y una necesidad que, no lo dudamos, constituirá para ustedes una aspiración y una convicción de igual envergadura que para nosotros. Ningún niño debe verse privado de la posibilidad de ingresar a ella. Ningún adulto, de la oportunidad de aplicar sus recursos cada vez con mayor responsabilidad y discernimiento.
VIII. Acaso la paz no reine nunca por completo entre los hombres. Pero el anhelo de que ella se afiance donde falta no debe abandonar jamás nuestro espíritu. Y nos conmueve pensar que así lo entenderán también ustedes.
IX. Soñamos con que la oportunidad que hoy se abre ante nuestros ojos -la de conocer mejor los secretos del universo- se vea ampliada en el tiempo de ustedes y enriquecida por el descubrimiento de alternativas hoy impensadas. Pero también soñamos con que se ahonde en ustedes la conciencia de nuestra inmensa pequeñez, y perdure aquella sentencia según la cual “observando la grandiosidad y la belleza del Universo nos embargue un profundo y conmovedor sentimiento de lo Eterno”. Por eso esperamos que sigan siendo ustedes, como hemos tratado de serlo nosotros, capaces de emocionarse con cada puesta de sol y con el nacimiento de cada nueva criatura.
X. Aspiramos, por fin, a que no dejen de recordar jamás que así como somos creadores de leyes, también somos producto de leyes que no hemos creado; de leyes que remiten al enigma de nuestro origen. Creadores y criaturas a la vez, expresión de un poder y de un límite al poder que, cuando son comprendidos conjuntamente, permiten que el hombre ingrese a la sabiduría y reverencie el aliento fecundo del Espíritu que ha posibilitado su irrupción en la existencia.

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